¡Qué!
Sí señores. Esos son los metros del Teide por encima del nivel del mar.
Póngamonos en situación.
Año: 2010.
Mes: agosto.
Día: 25
Como últimamente mi vida es rutinaria hasta la náusea, voy a contaros (con un pelín de retraso) nuestra subida al más alto pico de nuestra geografía.
Nuestro plan era subir por la tarde, dormir en el
refugio de Altavista, levantarnos al día siguiente de madrugada, acabar de culminar el pico, ver amanecer desde arriba.
Comenzamos llenos de energía, con ropa un tanto abrigada para el calor que hacía, para no quemarnos. Hay muchas rutas para subir al pico, nosotros escogimos la que sube por la montaña Blanca, desde las Cañadas.
El paisaje es brutal. Brutalmente bello. Lleno de contrastes. De otro mundo.
El observatorio:
El sol pegaba fuerte. Los ánimos iban abandonándonos. Ya no estábamos para mucha foto.
A partir de aquí, se ve claramente la frontera del oxígeno suficiente para que los árboles crezcan.
Seguimos a pesar del calor, del cansancio y de las mochilas (en el refugio no hay agua potable ni comida, hay que subirlo todo... y bajar la basura).
Esta es la altura desde la que el enano nº 3 y Ironman comenzaron a notar los estragos del aire menos oxigenado. Los pobres sufrieron del mal de altura.
Este contraste entre lava antigua y nuevo me impresionó bastante. Casi puedes imaginarte la lava incandescente bajando inexorablemente por la ladera...
A partir de aquí se acaba la pista ancha y comienza la subida en serio. ¡Un camino de cabras!
De verdad que en la foto no se aprecia la inclinación del terreno. ¡Era brutal!
Creo que fueron los siete kilómetros más largos y duros de nuestras vidas.
El sol se fue poniendo...
y conseguimos llegar al refugio con el último rayo de sol.
Ya sólo nos faltaba el último tramo:
pero eso sería después de (intentar) dormir unas horas.
¿Qué por qué no dormimos (casi)nada? A parte del hecho de que al enano nº 3 le dio un mal de altura brutal con fiebre bastante alta, en la habitación éramos 18. Hacía un calor tremendo, las literas crujían con cada movimiento y, seamos sinceros, entre tanta gente siempre tienen que haber alguno que ronque...
Todo esto mereció la pena. Llegamos a tiempo de ver la luna aún durante media hora desde este lugar tan especial. El Teide aún está activo. Cuando llegas al cráter, sientes el calor salir de la tierra y hay un fortísimo olor a
azufre, que está bien visible.
La sombra de la montaña sobre el mar de nubes también es preciosamente impresionante. Desde la cumbre se pueden ver otras islas, pero el agosto siempre hay calima. Para tener la atmósfera clara hay que subir en otoño pero imagino que bien equipado de ropa de montaña porque en agosto el frío no era poco.
Vimos amanecer:
Admiramos el cráter (no cabía entero en la foto)
Nos inmortalizamos:
Yo ya había subido con amigos hace diez y ocho años:
Estoy igualita, ¿a que sí?
Es increíble la fuerza de la flora. Con un par de gotas nacen hasta ahí arriba.
Y nada, paradita para desayunar y relajarnos en el refugio de nuevo.
y bajar,
bajar y bajar.
Si tenéis tiempo y ganas, os lo recomiendo.