Como ya sabemos, la primera vez que cogí una raqueta de tenis fue este agosto. Tomé un curso intensivo de tenis de dos semanas, en el que además de aprender un poco de este deporte, descubrí unos músculos del brazo y de la mano que ignoraba existían.
Ahora también tengo clases los fines de semana, por las mañanas. Me encanta. Desde la cancha nº 6, donde entrenamos, se pueden ver las montañas que nos rodean. En este momento están nevadas. Blanquísimas. Preciosas. Los árboles en diferentes todos otoñales. Es un entorno de lujo.
Ni que decir tienen que soy la peor del grupo, lo cual me deja fría. He notado algunos progresos, sobre todo a la hora de dar el revés. Ya no estoy tan ortopédica. Consigo devolver la pelota, e incluso a veces, controlar a dónde va.
- abrir la empuñadura
- abrir las cuerdas (supongo que lo mismo que la primera)
- cepillar la bola
- jugar con margen de error (por encima de la red no hay nada)
- empuñadura continental
- la bola va rápido
Desde el salón de mi casa, la pista de tenis no parece tan grande. Sobretodo porque estamos acostumbrados al campo de fútbol... La perspectiva cambia cuando estás en la pista, sola ante el peligro, con una raqueta para defenderte. No deja de asombrar lo mucho que sudo y corro de aquí para allá. No hay que olvidar que hay que esprintar y frenar continuamente.
En fin, que el tenis me mola mogollón. Espero que con el tiempo pueda echar unos partidos con los enanos o con amigos.
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