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Estamos en rebajas. Es más, en segundas rebajas.
Que quede claro, a mí me encanta la ropa, los trapos, la moda, pero... considero que el glamour ha muerto. No hace tanto tiempo la ropa se concebía para ensalzar los aspectos positivos del cuerpo y disimular los defectos. Esto ya no es así. Cada vez me resulta más difícil encontrar algo de mi agrado. No me gustan los colores, no me gustan los tejidos, no me gustan los diseños. A esto hay que sumar la pereza infinita que me da ir de compras. ¡Menos mal que existe La Redoute!.
Al principio de la primavera constaté con horror que mi amada chaqueta vaquera está desintegrándose. Aquí, en el norte, necesitas una chaqueta. Incluso en los días de más calor, por la mañana y al anochecer refresca. Mi chaqueta vaquera ha recorrido mundo conmigo, me la pongo con todo, es mi compañera. Tiene ya once años y cualquier día se me va a quedar el cuello en las manos o se le van a caer los puños... Resulta un problemón sustituir una pieza de ropa muy querida, es prácticamente misión imposible. Le conté mis penas a la profe de piano, que llamaremos P. Me enseñó su chaqueta, ¡era perfecta! Tiene ese aquel que la diferencia de las demás, es especial. Fui a la caza y captura y ya está en mi poder. Gracias P.
Exceptuando una búsqueda exhaustiva de las sandalias perfectas, este año no he ido de rebajas. Se me olvidaba mencionar que, por regla general, o sea, si no tengo ningún compromiso social; sólo compro en rebajas. Mi armario está a punto de explotar, así que necesidad, lo que se dice necesidad, no hay. Si veo algo en un escaparate en mis periplos callejeros, y no puedo dejar de pensar en ello (a veces veo cosas que me gustan y luego ni me acuerdo de cómo eran); espero hasta las rebajas y voy a probármelo. Es el caso de esta pieza, que sigo sin saber cómo denominar: blusa, túnica, top...
Es gracioso, en la foto parece gris, pero en realidad es ocre.
Conozco gente que, tanto en invierno como en verano, renuevan casi en su totalidad su vestuario. Para mí hacer esto sería un castigo divino. Por un lado está la mencionada pereza creciente que me da esto de las compras: salir a recorrer la ciudad (no soy fiel a ninguna tienda en concreto, no tengo relación con vendedoras que me llamen y me "avisen" de lo nuevo que ha llegado...), rebuscar entre las perchas, probarme, un horror. Por otro lado, yo desarrollo una relación emocional con la ropa. Influye cuándo me compré cada pieza y por qué. Influye cómo me hacen sentir cuando las visto. Hay piezas clásicas o más bien atemporales que no pasan de moda, porque nunca lo estuvieron. Intentó tener mi armario lleno de estas piezas. En fin, que en cierto modo voy contra corriente. Como dice la canción: esa soy yo. De todas maneras, pienso que en la zona donde vivo estamos demasiado obsesionados con la moda, al fin y al cabo, sólo son trapos: un trapo es un trapo. Cuando salgo de España veo que la gente es más libre en este sentido, la ropa es para taparse, le da igual forma y color, o a lo mejor es que son todos daltónicos. Vamos, que ni tanto ni tan calvo...
Tiramisu
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Este postre conocido y apreciado por mucha gente, no es antiguo sino que
fue creado alrededor de los años 50 del s.XX, y es de facil elaboración,
como s...
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