Pero primero teníamos una larga jornada para seguir visitando el maravilloso país "don del Nilo".
Así que nos levantaron bien pronto para llegar a poco más de las 7 a.m. al templo de Luxor. Fue una visita agradable, ya que estábamos solos, circunstancia que se aprecia aún más en Egipto. Poco rato estuvimos viéndolo, alrededor de una hora, para tanta magnificencia. Es mucho más armónico y ordenado que Karnak, que es como un laberinto, construído durante veinte siglos. En Luxor se superponen tres lugares de culto diferentes:
- el templo de Amon
- la mezquita de Abu al-Haggag, que se apoya sobre los muros de
- una iglesia copta, en una sorprendente síntesis histórica.
Los obeliscos estaban dedicados al culto del Sol y representaban, precisamente, el rayo del Sol que da energía y vivifica; están grabados con jeroglíficos desde la base hasta el vértice, con inscripciones piadosas, manifestaciones del amor de Amon por su "hijo", y amenazas a los enemigos del faraón.
El templo de Luxor estaba dedicado a la Tríada tebana:
- Amon
- su esposa Mut y
- el hijo de ambos Jonsu.
Como habíamos empezado la visita tan temprano el sol era suave, y la luz todavía recién estrenada proyectaba sombras, luego fue calentando, pero el cambio de intensidad de la luz añadió un nuevo esplendor al templo.
Tanto Karnak como Luxor están en la margen oriental del río, por donde sale el sol. También estaban en esta orilla todas las construcciones, casas, palacios, almacenes, etc., donde desarrollan su vida los vivos. Para los muertos dejaron la margen occidental, por donde se pone el sol. Allí fuimos navegando por el río, en una motora. Llegamos a la gran necrópolis de Tebas, donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX. Toda la necrópolis está en el desierto de la ribera occidental de Nilo, como he dicho; hay unos montes que delimitan el terreno, donde hicieron sus tumbas personajes de rango menor, pero vayamos por orden...
Nuestra primera visita fue a los colosos de Memnon, enormes estatuas de cuarcita rosa, que representan al faraón Amenofis III sentado en su trono que precedían al gran templo funerario de este rey, demolido ya en la Antigüedad, del cual sólo quedan estas dos gigantescas estatuas. Verdaderamente su nombre es apropiado porque son colosales e impresionantes. Aunque muy deterioradas, pues han sufrido además del largo tiempo transcurrido, ataques variados, incluídos terremotos, dan una idea de la riqueza de Egipto y del poder faraónico, que se expresaba por medio de gigantescas construcciones. A los pies del faraón, en pequeñas estatuas, están representadas su madre, Mutemuia, y la gran esposa real Tiy.
Continuamos nuestra excursión hasta el templo de Medinet-Habu el templo funerario del faraón Ramses III de la XX Dinastía. Es el único templo egipcio rodeado de una muralla. Esta precedido de una torre cuadrada como las que había en Asia menor y que Ramses conoció durante sus campañas militares. El pilono del templo y algunas de las paredes del gran patio están decoradas con escenas de guerra, con Ramses sometiendo a grupos de prisioneros. El faraón los sostiene por la cabellera. También están representados algunos de los suplicios a los que eran sometidos los vencidos, como corte de sus órganos genitales, que yacen en el suelo junto con algunas lenguas cortadas. Todo un compendio de la crueldad humana con sus semejantes.
El templo está dedicado a la Tríada tebana: Amon, Mut, Jonsu. Está levantado aprovechando construcciones anteriores, en un lugar considerado sagrado por ser la tumba de las ocho deidades primordiales, creadoras del mundo. Tutmosis III construyó allí un pequeño templo antes que Ramses y después también tuvo numerosas aportaciones de otros faraones como Taharqa, el faraón nubio, Nectabeo I e incluso el emperador romano Antonino Pio. Fue dedicado además del culto a la administración, función que continuó cuando en el templo ya no había culto.
En este templo, como en otros, algunos obreros se dedicaban a la restauración de los monumentos. Eso sí, con el "tempo" egipcio, mucha calma, mucha tranquilidad.
Contemplamos en los diferentes patios, uno de ellos con colosos osiriacos de Ramses, los muros recubiertos de jeroglíficos, las salas con restos de pinturas... otra inmersión en esa fastuosa civilización.
De allí fuimos a Deir el-Medina, la aldea de los artesanos. Fue fundada por Tutmosis I, cuando decidió cambiar la hasta entonces tradicional sepultura en forma de mastaba, por las tumbas excavadas en la roca. Este poblado está excavado en su totalidad y es muy curioso. La calle que atraviesa el recinto tiene sus casas bien ordenadas e incluso posee hasta un templo. Así podemos hacernos una idea de la vida fuera del templo y del palacio. Aquí vivían los canteros, albañiles, pintores y escultores que trabajaban en la realización de las tumbas del Valle de los Reyes y del de las Reinas, al cual se trasladaban andando por el borde del acantilado de Deir el-Bahari. También vivían allí escibas, que levantaban acta de todo lo que pasaba y médicos para cuidar de los artesanos. Era como se puede suponer un poblado prospero. Tiene también esta aldea, la etiqueta de haber protagonizado la primera huelga de la historia. Sucedió en tiempos de Ramses III. El salario se percibía con raciones de alimentos, mayores o menores, según la importancia del trabajo desempeñado. En ese momento los pagos se retrasaban demasiado y los trabajadores hambrientos abandonaron su trajabo para lanzarse a la calle a protestar.
Cerca de la aldea visitamos dos tumbas de dignatarios del poblado, no sé si el arquitecto o el capataz o algún otro personaje importante. Bien se ve que el faraón tenía a los mejores artistas de cada época, pues estas dos pequeñas tumbas son dos joyas. Aunque angostas, tienen todas las paredes pintadas maravillosamente, con la familia del difunto celebrando una fiesta y algunos asuntos mitológicos.
Después de esta visita continuamos hacia el Valle de los Reyes... pero ese relato quedará para el próximo capítulo.
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