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Antes de seguir con el viaje, tengo que reseñar la visita nocturna que hicimos a Karnak, después de cenar. Por la noche, y bien iluminado como estaba el recinto, todo se había vuelto mágico; el gentío había desaparecido, el tiempo se había difuminado; todas aquellas maravillas estaban resaltadas y ya no se veían las roturas, desconchaduras y demás agresiones del tiempo. Era una visión muy distinta del pleno sol, más cercana a los tiempos pasados, más sugerente.
Pasamos más de una hora paseando por allí, mientras la música y una voz, que por suerte hablaba en español, nos iba poniendo al tanto de lo que hacían allí durante los 2.000 que duró el culto al dios Amon. Los templos egipcios eran la morada del dios, que cada día eran ungido, vestido y llevado al lugar donde el sol le infundiera energía, acciones que realizaban los sacerdotes. Nadie, excepto ellos y el faraón, que tenía categoría divina, entraba en el templo.
Los fieles sólo veían su estatua cuando salía en procesión en alguna gran fiesta, como por ejemplo el festival de Opet, cuando se trasladaba al templo de Luxor, a través de una avenida de cerca de 3 Km, que tenía esfinges a ambos lados. En el templo de Luxor era donde simbólicamente el dios consumaba su matrimonio y nacía el faraón. La vuelta se hacía navegando por el Nilo.
Todo esto y muchas más cosas escuchamos sentados cerca del Lago Sagrado, en una especie de regreso a aquellos tiempos...
Y ahora sí he acabado con Karnak: hasta el capítulo III
Tiramisu
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Este postre conocido y apreciado por mucha gente, no es antiguo sino que
fue creado alrededor de los años 50 del s.XX, y es de facil elaboración,
como s...
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