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El pasado martes, me tocó llevar a los enanos al entrenamiento de fútbol. Volví a llevar la canon, para quitarme la espinita de la última vez y demostrarle al mundo que sé usar mi cámara (¡qué dramatismo!).
Mientras esperaba que los niños se me pusieran a tiro de objetivo, me di la vuelta y vi esto:
No pude reprimir mi impulso de inmortalizarlo. Me costó cuatro fotos (y casi la vista, es broma) pero aquí está. Desgraciadamente hay una red entre la naturaleza y mi cámara. No se puede tener todo.
Ya se va notando que los días son más largos, tenemos más horas de luz (afortunadamente). Esta era muy buena hasta donde yo entiendo, vamos, que había claridad. Colocando la cámara en manual, es decir, jugando con el nº f y el tiempo de exposición, conseguí congelar el balón. Era lo que quería. Estoy muy satisfecha. Sólo os pongo una de las más o menos sesenta fotos que hice: niños calentando, regateando, pasando, esprintando...
Pero lo de verdad impresionante fue la puesta de sol. Me fui a tomar un café y leer el periódico, a ver si entraba en calor (el aire que tiraba venía directamente de Siberia) y me encontré este panorama:
¡Qué maravilla! Me salté la regla de los tercios y tomé esta foto:
¡Parece que el cielo está pintado!
Finalmente, cuando los enanos salían del vestuario y de camino hacia el coche, el cielo estaba así:
Por prisa y pereza no di el rodeo necesario para que la red no saliera. La próxima vez tendré que hacerlo.
Tiramisu
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Este postre conocido y apreciado por mucha gente, no es antiguo sino que
fue creado alrededor de los años 50 del s.XX, y es de facil elaboración,
como s...
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