jueves, 17 de septiembre de 2009

Sanabria

4 comentarios
Imprime esta entrada Hoy me he levantado dando un salto mortal... No, esperad, ¡eso es una canción! Mi salto no fue mortal pero fue. Salté de la cama, hice el desayuno (normalmente lo hace mi mejor mitad pero está de viaje), puse la lavadora y el lavavajillas, preparé el almuerzo, recogí un poquitín la cocina, me lavé, me vestí y salí pitando hacia el curro (de paso se me olvidó sacar el segundo plato del congelador...pero eso es otra historia). He aquí mi rutina para los próximos diez meses. Disgrego. En realidad hoy os quiero hablar de nuestro pasado fin de semana. En Sanabria. Puebla de Sanabria. Para los tan ignorantes como yo: Sanabria es una región, no un pueblo. Existe Puebla de Sanabria, Vigo de Sanabria, Villarino de Sanabria, Quintana de Sanabria...


Llegamos el sábado a medio día y nos fuimos directos a hacer un pic-nic al lago. Escogimos la playa de Viquiella. El lago es precioso, la temperatura ideal, el paisaje fantástico. Es gracioso, tan sólo dos horas y media más allá de nuestra región y todo es diferente: los árboles, el olor, el paisaje, la gente... En Sanabria ya es otoño, aunque haga calor. Hay que tener en cuenta que estamos a casi 1.000 metros de altura.

Los niños alquilaron un patín y se fueron a inspeccionar el lago, mientras nosotros nos tumbábamos a la bartola.
Las nubes comenzaron a aparecer, a juntarse.
Ahí las tenemos de conversación. Las nubes, no las piernas. Al final decidieron hacer una fiesta con truenos y rayos incluídos y nos cayó un buen chaparrón.

Cogimos el coche y subimos al mirador de laguna de peces, o algo así. Desde arriba se puede ver el lago y la sierra de la Culebra perfectamente.
La verdad es que el parque natural es magnífico. Este es uno de los pocos lagos de origen glaciar en España. Cuenta la leyenda que fue el mismísmo apostol Santiago quien lo creó. Golpeó el suelo con su bastón por un enfado. Las leyendas siempre son más bonitas que la realidad...

Seguimos subiendo hasta San Martín de Castañeda. Allí hay un bonito monasterio (imagino que restaurado) que ahora es un centro de interpretación.
Cuando las nubes decidieron acabar su guateque, visitamos Puebla de Sanabria.
Es todo piedra y pizarra. El reflejo del sol de la tarde sobre las piedras de las casas es realmente bonito (¿me veís?, soy la sombra).
Los balcones castellanos, las parras subiendo por las paredes, las calles angostas y empinadas, las casas señoriales. Encantador.
Como no podía ser de otra manera, en Puebla hay un castillo, el castillo de los Condes de Benavente que por supuesto visitamos.
Nos encantó. A los enanos porque todo se podía tocar. Nada más entrar te podías disfrazar de caballero, más tarde de peregrino. A mí porque están muy bien explicado todos los aspectos de la región: su historia, ecosistema, geografía, economía, vida en la edad media... por supuesto no me dio tiempo a leer todo, ¡no vayáis a pensar que me he convertido en una enciclopedia andante!
Íbamos subiendo niveles y explorando recovecos. A veces en el interior, a veces en el exterior. Los enanos 2 y 3 matando imaginariamente a todo lo que se menease. Me imagino a los primeros inquilinos, vigilantes, oteando el horizonte.
Disfrutamos de la puesta del sol desde el castillo. Hora de ir a cenar y a la cama.
Ya es domingo. Llevo a mi mejor mitad a su competición de triatlón. Por eso estamos aquí. Esta vez se trata de un doble olímpico:
  • 3 km. nadando
  • 80 km. en bici
  • 20 km. de carrera
A la vuelta, al entrar en el pueblo, me encuentro con esta vista. El castillo y la iglesia de Santa María del Azogue.
Mereció la pena despertarse a las siete, he sido recompensada.

Una vez desayunados, decidimos ir a ver al deportista para animarlo. Antes de llegar pasamos por el río Tera.
Aquí lo tenemos después de la primera prueba, los tres km a nado. Parece contento y fresco como una lechuga.
Lo dejamos encaramado a la bici...
y nos vamos a la playa de nuevo. Esta vez los enanos quieren ir a Custa Llago porque los patines tienen tobogán.
El hombre del alquiler de patines insiste que puedo ir con ellos (yo estoy vestida y no me apetece nada, pero acabo cediendo). Tenían razón. En este momento el sol incide de tal manera sobre el agua que refleja.
Es hora de zambullirse.
El entusiasmo no nos cabe en el cuerpo. La enana propone cantar. Ya no me acordaba, pero así es. Cuando la felicidad nos sale por los poros ¡dan ganas de cantar!

Me enseñaron la isla que "conquistaron"
Vimos las algas, lo que les quitó las ganas de tirarse al agua cerca de la isla...
Necesitaría un filtro polalizador para que la foto saliera verdaderamente bien, pero con un poco de retoque se hace uno a la idea. ¡Ni pagándome me meto ahí!

De vuelta a la playa hasta me baño yo. Se me hace raro entrar en agua dulce y sin olas. Las olas ayudan, vienen y van, te mojan y te arrastran.

El tiempo pasa inexorablemente. Pienso que nuestro deportista debe estar ya casi llegando a la meta. Esta está en Santibáñez de Vidriales. ¡Vamos a por él!
¡Bravo! Seis horas y no sé cuántos minutos después del comienzo (seis horas y media me dicen), aquí está. Mejoría notable desde el año pasado en Vitoria. Además aquí el recorrido tanto de bici como a pie es una montaña rusa: arriba y abajo. Para más inri, viento en contra... Nos llega de una pieza, que ya es mucho decir.
Y nos fuimos de vuelta a casa, con el firme propósito de volver para hacer alguna de las rutas por este fantástico parque natural.

4 comentarios:

chusgrao.spaces.live.com says:
jueves, 17 septiembre, 2009

Precioso reportaje.
Nosotros estuvimos el verano pasado y nos encantó.
Alquilamos una cabaña de madera, fueron cuatro días fantásticos.
En Ribadelago, está el restaurante de Quique Figaredo, asturiano, y que realiza una labor increíble en la India.
También quedamos con ganas de volver
BSS

Ana H.H. says:
jueves, 17 septiembre, 2009

Chus, tendremos en cuenta el restaurante para cuando volvamos, tengo muchísimas ganas. Lo de las cabañas es una buena idea.
Bsos

N. Matsuda says:
viernes, 18 septiembre, 2009

Me gusta saber que tu media naranja tenga una aficion tan sana, pero mas me encanta que la disfrutan todos en familia.

Ana H.H. says:
viernes, 18 septiembre, 2009

Lo gracioso, Lunatica, es que la enana no quería ir. A las dos horas de estar allí, ya estaban planeando lo que iban a hacer el año que viene cuando voviéramos! Como dice una amiga: a los niños hay que obligarlos a su felicidad...
besos