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Los enanos se quejan. Hay incluso lágrimas. Ellos no lo saben, pero se van a sentir mejor. Esto está escrito el 20 de agosto y, efectivamente, así ha sido. Hemos estado más tranquilos, una preocupación, una obligación menos: más tiempo para jugar, divertirse, maquinar, estar con los amigos y la familia.
Quien quiera leer sobre las aventuras newyorkinas de la enana y yo: primer día.
2 comentarios:
miércoles, 16 septiembre, 2009
Si nos cuesta a los mayores desintoxicarnos, ya a los pequeños les cuesta el doble. Sociedad de vicios de todo tipo. Deberíamos reflexionar todos y cambiar.
miércoles, 16 septiembre, 2009
¡Ay, Rosée! ¡Qué razón tienes! Pero ¡qué difícil es ir contracorriente! Poco a poco lo vamos consiguiendo.
Saludos
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