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Nos vamos a Broadway. El sol nos acompaña.
Primero pasamos a recoger a una amiga corresponsal de la enana. Recorremos la calle de la Torre Hearst. Preciosa. Imponente. Majestuosa. Una mezcla genial de antiguo edificio (seis plantas) con nueva torre de hormigón, cristal y acero.
Tenemos tiempo antes de la función, así que nos paseamos por Times Square.
La última vez que estuve aquí, Times Square era un sitio sucio, lleno de ratas, peligroso. Ahora es peatonal, por obra y gracia de Giuliani (antiguo alcalde de la ciudad). Hay familias paseando con sus niños, grupos de música tocando en la calle, sillas para sentarse...
¡Este hombre estaba tocando dos trompetas a la vez!
El ritmo es frenético, el calor comienza a ser insoportable. B. me dice que este año New York está vacío por aquello de la crisis. Pues menos mal, porque no se puede dar un paso sin chocar con alguien o con algo.
Entramos en el Toys r us.
Esta noria gigante estaba dentro. Cinco pisos lleeeeeeeeeenos de juguetes: el paraíso. Siento mucho no haber traído a los otros dos enanos. Les hubiera encantado.
Todos sabemos (por las películas y las series) cómo los newyorkers celebran el año nuevo. En Times Square con la bola que cae. Pues es este edificio: el One Times Square. Nosotros tenemos (o teníamos) la Plaza del Sol en Madrid y comemos las uvas, ellos tienen el One Time Square con su bola.
El momento ha llegado. Nos vamos al Palace Theatre, la obra, un clásico: West Side Story. Esta nueva puesta en escena ha sido criticada por introducir más castellano en el texto, incluídas algunas canciones. Pienso que los críticos son incapaces de disfrutar una obra. En vez de sentarse y disfrutar, están al acecho de fallos. A nosotros nos encantó. Los cambios de escenario eran geniales teniendo en cuenta el pequeño espacio de que disponían. Por su puesto lloré al final. Es que no tengo arreglo. Hasta sabiendo lo que pasa me emociono. María estaba tan desgarrada al final...
Toca Central Park. Me encanta la contraposición de este enorme bosque de árboles con la jungla de rascacielos. Aquí cabe todo. Un zoo, campo de beisbol, un lago, kilómetros y kilómetros de cesped y árboles. A la enana Central Park la deja fría. A lo mejor cambia de opinión cuando lo veamos desde arriba.
Inevitable la calesa para nosotros, los turistas. Central Park es tan grande que carreteras lo atraviesan. Estas carreteras sólo están abiertas a la circulación de coches durante ciertas horas al día.El tiempo se para aquí dentro. De repente oxigeno, calma, tranquilidad. Paramos un momento para refrescarnos. Una mariposa nos acompaña.
Estamos al ladito de Firth avenue. No podemos dejar de patearla un poco.
Ya está expuesta la moda de otoño - invierno. Nos parece horrible. Tal vez sea el calor que tenemos. Las joyas...ese ya es otro asunto.
En New York hay muchísimas iglesias. Me hace gracia encontrarlas embutidas entre los rascacielos. Esta es la Saint Thomas Curch, episcopaliana.
Por último, el International Building. Abajo la escultura de Lee Lawrie: un Atlas con los signos del zodiaco cuyo eje señala hacia la estrella polar. En frente está la catedral de Saint Paul, pero no tengo foto. ¡Tengo que volver!
Por último, nos fuimos a cenar a un restaurante cubano. Sigo aventurera. La cocina me recordó bastante a la española, al menos en los nombres de los platos, pero con más especias. La enana no estaba tan aventurera como yo y pidió una hamburguesa.
Tiramisu
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Este postre conocido y apreciado por mucha gente, no es antiguo sino que
fue creado alrededor de los años 50 del s.XX, y es de facil elaboración,
como s...
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