Además de para la enana y para mí, hoy tenía dos entradas extras y se me ocurrió llevar a los enanos 2 y 3. Craso error. El nº 3 se pasó todo el tiempo que pudo quejándose, con el nº 2 haciéndole eco de vez en cuando. En fin, paciencia.
El Houston Ballet es una compañía con un nivel técnico y artístico excelente. Esperemos que la compañía de mi admirado Ángel Corella llegue alguna vez al mismo, por ahora tiene camino que recorrer. Pero a lo que vamos. Debe ser una gozada ver un ballet clásico, de los de toda la vida, ejecutado por esta compañía. Por desgracia, sólo nos ofrecieron obrillas modernas. No sé si el responsable de seleccionar-contratar las compañías lo pide, o es que una gran producción no cabe en el escenario o a lo mejor es demasiado caro.
Las dos primeras actuaciones, Mediaeval Beabes y Solo me dejaron fría. Mediaeval Beabes eran un montón de chicas bailando al son de músical medieval, la madre de todas las músicas folk (menos flamenco). Casi podía uno distinguir las canciones infantiles, claro que en España las hemos sustituido por las de los payasos de la tele. Solo eran tres tíos muy atléticos bailando una pieza de Bach: suite para violín nº 3 en re menor. A mi me gusta cuando el ballet transmite sentimientos, cuando me eriza la piel y me emociona, cuando cuenta una historia y no cuando es simplemente una sucesión de movimientos acompasados con música de fondo. A juzgar por los aplausos, no estoy sola.
La tercera, Hush (música de Yo-Yo Ma y McFerrin) ya se acercó más a lo que me gusta. La música era graciosa, piezas de música clásica "cantadas" por Bobbi McFerrin y una familia mostrándonos pues eso, la vida familiar: unos niños juguetones, una adolescente soñadora, un tiempo para la pareja mientras los niños duermen y la dura vida para sacar a todos adelante. Gustó bastante, incluso al enano nº2.
El plato fuerte vino al final, Nosotros. Música fantástica de Rachmaninoff (variaciones sobre Paganini op. 43) que estoy escuchando de nuevo en estos momentos. Esta pieza me electrocutó. Un montón de parejas en el escenario haciendo un pas-à-deux detrás de otro. No había historia, o tal vez sea la historia más antigua del mundo: la relación con la pareja. En fin transmitían sentimientos. Esto demuestra que se pueden diseñar coreografías modernas y bonitas, cosa que no se ve a menudo.
Y, como la esperanza es lo último que se pierde, espero que los refunfuños de los enanos hayan sido una pose y que hayan disfrutado algo con este espectáculo.
El Houston Ballet es una compañía con un nivel técnico y artístico excelente. Esperemos que la compañía de mi admirado Ángel Corella llegue alguna vez al mismo, por ahora tiene camino que recorrer. Pero a lo que vamos. Debe ser una gozada ver un ballet clásico, de los de toda la vida, ejecutado por esta compañía. Por desgracia, sólo nos ofrecieron obrillas modernas. No sé si el responsable de seleccionar-contratar las compañías lo pide, o es que una gran producción no cabe en el escenario o a lo mejor es demasiado caro.
Las dos primeras actuaciones, Mediaeval Beabes y Solo me dejaron fría. Mediaeval Beabes eran un montón de chicas bailando al son de músical medieval, la madre de todas las músicas folk (menos flamenco). Casi podía uno distinguir las canciones infantiles, claro que en España las hemos sustituido por las de los payasos de la tele. Solo eran tres tíos muy atléticos bailando una pieza de Bach: suite para violín nº 3 en re menor. A mi me gusta cuando el ballet transmite sentimientos, cuando me eriza la piel y me emociona, cuando cuenta una historia y no cuando es simplemente una sucesión de movimientos acompasados con música de fondo. A juzgar por los aplausos, no estoy sola.
La tercera, Hush (música de Yo-Yo Ma y McFerrin) ya se acercó más a lo que me gusta. La música era graciosa, piezas de música clásica "cantadas" por Bobbi McFerrin y una familia mostrándonos pues eso, la vida familiar: unos niños juguetones, una adolescente soñadora, un tiempo para la pareja mientras los niños duermen y la dura vida para sacar a todos adelante. Gustó bastante, incluso al enano nº2.
El plato fuerte vino al final, Nosotros. Música fantástica de Rachmaninoff (variaciones sobre Paganini op. 43) que estoy escuchando de nuevo en estos momentos. Esta pieza me electrocutó. Un montón de parejas en el escenario haciendo un pas-à-deux detrás de otro. No había historia, o tal vez sea la historia más antigua del mundo: la relación con la pareja. En fin transmitían sentimientos. Esto demuestra que se pueden diseñar coreografías modernas y bonitas, cosa que no se ve a menudo.
Y, como la esperanza es lo último que se pierde, espero que los refunfuños de los enanos hayan sido una pose y que hayan disfrutado algo con este espectáculo.