jueves, 2 de octubre de 2008

Mi niña y el ballet

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Imprime esta entrada Estas son las puntas de mi niña. Me encantan. No sé si soy yo o este tipo de zapatillas ejercen sobre todas las mujeres una fascinación ineludible. Las puntas están unidas a los cuentos de hadas, a lo mágico, a posturas imposibles y saltos que emulan vuelo....

Mi niña hace ballet desde que tenía 3 años. Fue suya la idea y fue ella quien quiso. A nosotros nos parecía un poco prematuro a esa edad... Pero ella siempre se ha movido casi bailando más que andando y tiene mucha energía. Su primera actuación en público, nada menos que en el teatro Campoamor, fue con cuatro años. Era una brizna de hierba:
A esta actuación le siguieron muchas más... Al principio de los nervios llegábamos al teatro sin maquillaje, de la llorera. Pasado el trago del espectáculo y descargada la adrenalina, la vuelta siempre era distinta, alegre. Ahora ya tenemos la costumbre. Aquí está convertida en una fresa, para el espectáculo de final de curso, ya preparada para saltar al escenario. ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Qué grande está mi niña! No me acostumbo...
Las galas ya no son en el teatro Campoamor, ahora son en el Filarmónica: el escenário es mucho más pequeño y resbala.

El ballet es un deporte extraordinario. Digo deporte porque las bailarinas han de tener muy buena forma física para practicarlo. Pero no es sólo la fuerza muscular y la resistencia. Además hay que moverse con gracia. Es un deporte y un arte. En la academia de mi niña, Karel, hay que aprender varios estilos: danza clásica, carácter, goyescas, flamenco... En la gala de fin de curso, todas las alumnas actuan dos veces, una coreografía clásica y una flamenca. El año pasado tocaba Carmen. Esta es mi Carmen:

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