Confesiones

Imprime esta entrada He etiquetado este artículo como proyectos. Más bien es un no-proyecto.

Ayer, impulsada por ese ataque de renovación que me da todos los eneros, cogí los apuntes íntegros de las oposiciones, los metí en bolsas azules (para reciclar el papel y cartón) y los tiré. Mi idea inicial era irme a una playa y hacer un aquelarre una vez aprobadas, bailando como una bruja posesa alrededor de las llamas... A estas alturas he de admitirme y confesaros que ese momento nunca va a llegar. En definitiva, esa vocecilla estilo Scarlet O'Hara que me prometió en la última convocatoria nunca más hacerme pasar por ese trance tenía razón. Yo con esto no puedo. Para tranquilizar mi conciencia, porque no os creáis, me duele tirar la toalla, voy a listar mis razones, de mayor a menor:

• Quiero estar con mi familia: disfrutar de los últimos momentos de verdadera infancia del enano nº 3, apoyar y ayudar a la adolescente nº1, que el rebelde sin causa nº2 note mi aliento en su cogote para no caer en actitudes nocivas para él mismo. Mimar y dejarme mimar por mi mejor mitad.
  
• Odio la burocracia.
• Me aburren las leyes.
• No soy capaz, ni nunca lo he sido, de empollarme las materias literalmente. Soy más de razonar.
  
• Me enfada sobremanera enterarme de cómo nuestros gobernantes se saltan las normas que ellos mismos han dictado. Estudiando para oposiciones te das aún más cuenta.
  

Sí, ya sé. Tengo toda la vida por delante (sobre todo cuando se me acabe el curro) para arrepentirme: tengo un trabajo libre de presión, estable, con una lista ilimitada de privilegios, con buen ambiente... pero aburridíiiiiiiiiiiisimo.

He recuperado mi mesa, mis proyectos aparcados (entre ellos ratoncill@s de biblioteca ¿alguna sugerencia?) y, lo que es mejor, mi paz de espíritu. A ver lo que me dura. ¿Qué hay de vosotr@s: habéis abandonado un proyecto vital importante? ¿Os arrepentís o fue para mejor?