Lo que me ha provocado una reflexión. ¿Qué quiero echar a la hoguera? ¿Qué me sobra? Verdaderamente, esta es una pregunta ambiciosa. Se me agolpan mis defectos en la cabeza. Pero creo que ya es tarde para acabar con ellos: la impaciencia, la mala sangre, las ganas de criticar, los malos hábitos alimenticios, la grasa... (me parece que esa la tengo que quemar en el gimnasio).
Ante esta dificultad, he decidido orientar las reflexiones hacia nuevos proyectos. ¡Uf! No voy a poder parar ni un minuto. Tengo que organizar esta casa: la alacena, los armarios, los altillos (a lo mejor me encuentro algún ser vivo, como aquel señor en Japón), recuperar mi mesa en estos momentos sepultada bajo cientos de fotos (no, no estoy exagerando tengo que ordenar y colocar fotos desde el 2002), intentar colocar todos los libros en la biblioteca o lo que es lo mismo: misión imposible, remodelar el cuarto de la enana que se le ha quedado demasiado infantil. Probablemente abrumada por la tarea, se me esté quedando algo en el tintero.
¿Qué hago aquí sentada? La obra es titánica. No hay tiempo que perder. Ahora mismo me pongo a ello, ¡tengo tarea para cinco años mínimo! Seguro que cuando esté todo a punto, toca mudarse.
2 comentarios:
jueves, 25 junio, 2009
Me alegra saber que no soy la única con tareas eternas que parece que jamás van a llegar a término. Siempre queda algo por hacer y cuando parece que se termina vuelves a empezar por el principio.
Es como si una gigantesca espiral te estuviera tragando eternamente
un saludo
jueves, 25 junio, 2009
Lo has puesto con las palabras precisas, muy bien formulado.Pero siempre es un consuelo saber que uno no está solo. Mis tareas las he hecho públicas, a ver si me pongo a ello por vergüenza torera y para escribir un par de entradas sobre el asunto...
besos
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