martes, 16 de junio de 2009

La Celestina, Fernando de Rojas (mayormente)

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Imprime esta entrada ¿Qué puedo decir yo que no se haya dicho ya? Mismamente Cervantes lo resume insuperablemente: "en mi entender divino si encubriera más lo humano". Ni intentándolo sería capaz de mejorarlo... Por eso voy a hablar de sorpresas, agradables y desagradables con las que me he topado:
  1. El lenguaje es ya muy parecido al nuestro. Pues tampoco ha evolucionado tanto el español desde el siglo XVI. Aún quedan algunos arcaísmos, como los quisiéredes, pero en líneas generales, español actual. Si es que seguimos usando las misma expresiones y los mismos refranes. Vamos, que no somos tan creativos como pensábamos.
  2. En esta época ya se usaban todo tipo de enfeites (y si lo pienso probablemente aún antes): para teñirse el pelo, para maquillarse... no deja de sorprenderme. Esta obra se publica por primera vez en 1499, son los comienzos del Renacimiento. La imagen (a todas luces equivocada) que yo tenía, es de todo el mundo según su naturaleza. Sí claro, los de mejor situación económica mejor vestidos y acicalados. Lo que no me esperaba era el maquillaje de cara y ... de pelo.
  3. Me revuelve las entrañas ver la actitud de Calisto. Estando él y Melibea en edad casadera y siendo de posición social acomodada, no entiendo por qué no va directamente a sus padres. Sí, claro, entonces no habría libro, una pérdida para todos nosotros amantes de la lectura, pero aún así... Ya sé que el libro trata del amor cortés, pero sigo sin poder entenderlo del todo. Como diría uno de los enanos: no lo pillo. Este tío se salta todo a la torera, le importa nada ni Melibea, ni su futuro, ni su familia. ¡Hay que ser egoista y mirarse el ombligo! Un mierda, y perdonen la expresión. Encima el tiro sale por la culata y acaba todo francamente mal.
  4. Desde pequeñitos nos dicen lo malos que eran hasta hace poco los padres con sus hijos. En esta obra queda bien retratado que los padres aman a sus hijos, desde siempre y para siempre. Es humano. El retrato del padre de Melibea, a través del monólogo final, me ha llegado al alma. ¡Qué bien expresa el dolor de nuestros progenitores! Y es que no debe haber nada peor sobre la faz de la tierra que enterrar a un hijo. Soberbio.
  5. Ya de aquella había madres que no querían ver lo que pasaba en sus casas. Tal es el caso de Alisa, si no hubiera ignorado las señales, otro gallo nos cantaría. Muy actual.
  6. Otra idea que se nos antoja (al menos a mí) moderna, es nuestro valor como personas en sí mismas. En esta obra los personajes, sirvientes, señores o putas ya son conscientes de su libertad individual, de su valor intrínseco simplemente por haber nacido. Lo que me hace llegar exclamar: Dios mío, ¡pero qué ignorante soy!
  7. El uso de la palabra puta. No es utilizado como un insulto, es descriptivo como puede ser el color rojo para una tela. Hoy en día nos hemos inventado otras palabras como prostituta, chica de compañía, mejor aún por sofisticado call girl, para relegar a la palabra original al insulto bajo. Cuesta trabajo acostumbrarse.
La lectura de esta obra me ha resultado placentera, por su estilo y estructura, que no por su argumento. Está escrito de una manera dinámica, todo cambia rápidamente y a la vez la tensión va creciendo, el mal final es anunciado, no llega como una sorpresa. El suceder de acontecimientos se nos muestran a través de los diálogos o monólogos de los diversos personajes, lo que nos proporciona un retrato vívido de las costumbres, los lugares y las formas de la época. Se siente una literalmente trasladado a las calles de esta ciudad. Una pena que en el programa estudios se les ofrezca a los estudiantes la versión adaptada. ¡Ni que los estudiantes de bachillerato fueran imbéciles!

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